Progreso que palpara –y disfrutara- gran parte de la población entre los años noventa al 2011. Entonces Perú brillaba como estrella del desarrollo en paz y libertad. Pero, ¿a dónde nos conduce esta tragedia en episodios suicidas de un oficialismo desequilibrado, torpemente enfrentado a la oposición, convencido de que haciendo gala de machismo el pueblo valorará mejor a este Ejecutivo que ha exhibido demasiadas deficiencias profesionales y una impresionante impericia en el manejo de la cosa política? ¿Acaso se benefician los peruanos de esta disparatada escaramuza política, en la cual los fujimoristas también quieren dejar registrado que Humala y otras fuerzas fácticas les robaron el triunfo electoral en la primera vuelta 2016?
Los egos y la miopía de ambas supremacías -palacio de Gobierno y Legislativo- impiden a estas autoridades electas administrar positivamente el Estado. El Ejecutivo no gobierna y el Congreso no legisla. Un bloqueo mutuo les imposibilita conducir los destinos de la nación, incumpliendo el mandato constitucional.
El Perú dejó de ser una nación de esperanzas. Sus autoridades electas -oficialismo y oposición- se abocan a sembrarse trampas de oso, unas a otras, alucinando ganar protagonismo en sucesión de actos torpes que impiden la recuperación económica; el retorno de las expectativas y las inversiones; así como la desaparición del tono pesimista que transpira nuestra sociedad. Este desafío del Ejecutivo al Legislativo apunta a que, clausurando el Congreso, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski encasillará a la satanizada oposición fujimorista, sacando músculo para que el pueblo lo respete y valore.
Pero recapitulemos qué hay detrás. Pedro Pablo Kuczynski heredó a Ollanta Humala, un comandante que llegó al poder para diezmar todo aquello que consolidaran los peruanos en veinte años: democracia, paz, esperanza, disminución de la pobreza, libertad de mercado, modernización de la infraestructura, etc.
Los Humala sembraron discordia apelando a un socialismo vulgar disfrazado de “inclusión social”. Aunque el verdadero objetivo de Ollanta y Nadine fue asegurar aquel enriquecimiento ilícito que acopiaron durante dos campañas electorales en las cuales participaron. Y aquella consolidación pasó por agregarle a esa fortuna inicial –obtenida mediante lavado de dinero brasileño y venezolano- las comisiones abonadas por contratistas del Estado a quienes favorecieron con escandalosas digitaciones. Los Humala se volvieron nuevos ricos. Sólo lo anotado en las agendas de Nadine supera US$3.5 millones. ¡Sumémosle lo embolsicado durante su gestión presidencial!
Considerando tales antecedentes de su predecesor, ¿qué hizo PPK desde su primer día en palacio?
Convalidar en silencio cómplice todo lo ejecutado por Humala. Desde la venal refinería Talara, el trucado aeropuerto Chinchero, el escandaloso Gasoducto Sur, los vanos Juegos Panamericanos.Y entusiastamente incorporó a su gobierno a la burocracia humalista. Ejemplo, los ex-ministros Jaime Saavedra y Marilú Martens. El apego a esta última fue tal que prefirió quemar todo su gabinete para salvarla de una censura. Impresionante, ¿no?
Publicar un comentario