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Aunque quizá sería más apropiado comparar su universo de afectos y amores con un “témpano emocional”, porque lo que más caracteriza sus relaciones con los demás es la frialdad. Al igual que un bloque de hielo que se desplaza por el mar como una isla flotante, ellos sufren un creciente aislamiento social.
“En la boca de esta gente son frecuentes las frases pesimistas del tipo ‘cada persona va a lo suyo’, ‘estamos deshumanizados’, ‘a nadie le importan los demás’, ‘si no me quieren, son los demás los que se lo pierden’, las cuales reflejan sus carencias afectivas y debilidad social”, señala la experta en programación neurolingúitsica (PNL) María Campos Oliva.
Según esta psicoterapeuta, entre las personas que desean que los demás les quieran pero no saben como conseguirlo, también "son frecuentes las expresiones como ‘mejor solo que mal acompañado’ o ‘es mejor así, no quiero deberle nada a nadie’, las cuales denotan su sequía afectiva”.
Pero, antes de seguir con tan desalentadora actitud, según Campos Oliva esta gente debería plantearse algunas preguntas clave como: ¿realmente, estoy buscando el amor en el lugar adecuado?, ¿pienso en dar o sólo en recibir afecto?, ¿qué hago para que las personas que me rodean me respondan tan fríamente?, ¿por qué se alejan de mí?.
Dar más para recibir más
Para la experta, “difícilmente puede obtenerse aquello de lo que se carece, porque hacia nuestra vida atraemos lo que generamos: la avaricia, tanto en el terreno material como en el afectivo, atrae a la escasez, mientras que el dar en abundancia atrae el recibir en abundancia; sólo el amor atrae al amor”.
El escritor Gary Chapman, autor del libro “Amar. Una nueva forma de vida”, se ha preguntado cuál es la diferencia ente quienes regalan amor – y por tanto también lo reciben- y aquellas personas que muestran escaso interés por los demás, y por ende parecen condenados a las carencias afectivas.
Según Chapman una serie de rasgos caracterizan a quienes son dadores y receptores de amor y afecto, los cuales pueden aprenderse y cultivarse, para mejorar los lazos afectivos.
Uno de los rasgos de la gente que más entrega y recibe amor, según este experto, es la amabilidad, que supone la dicha de satisfacer las necesidades de otra persona antes que las propias por el simple hecho de favorecer la relación.
La paciencia, entendida como aceptar los defectos de los demás y permitirles que sean imperfectos, implica amar a la otra persona, aunque no se esté de acuerdo con sus elecciones, y escucharla con atención para entender lo que ocurre en su interior.
Según Chapman, también conviene cultivar la capacidad de perdonar, lo cual significa que se elige amar en lugar de exigir justicia, y que se ayuda a la otra persona a que se enfrente a sus acciones, aunque ahorrándole el castigo de nuestro enfado y nuestros reproches.
La humildad, mediante la cual se reconoce, aprecia y reafirma la valía de los demás y se entiende que las necesidades ajenas son tan importantes como las nuestras, es uno de los mejores antídotos para el orgullo, un sentimiento que -según Chapman- nos separa de los otros y nos aleja del amor hacia ellos.
Según Chapman, para dar y recibir amor, también es importante la generosidad, que consiste en ofrecer a los demás nuestra atención tiempo, talento, aporte material, compasión, acompañamiento y sobre todo nuestro amor desinteresado.
“¿Quiere más amor en su vida? Pregunte a los demás sobre ellos mismos, ábrase a conocerlos y a aceptarlos sin juicios. Descubra lo que necesitan y ofrézcaselo si está a su alcance. Reserve tiempo y energía para relacionarse y permita que el afecto y la consideración impregnen cada palabra, pensamiento y acción de su vida diaria”, aconseja por su parte María Campos.
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