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| Fuente: Expreso |
En la historia del Perú, Bolognesi, Grau y Cáceres, son figuras que lucen heroicidad por doquier. Igualmente, las épicas obras historiográficas de Basadre, son ultraadmiradas y hasta los “Heraldos Negros” del depresivo Vallejo, transmiten protocolar honor, simbolizando el más republicano de los afectos. Ciertamente, la elegantísima retórica sanmartiniana de la Proclamación de la Independencia, es una Oda a la libertad en la lucha por el destronamiento del enemigo invasor. Sirvae columna para ejercer reivindicativo desagravio de una patriótica blasfemia, vertida por la monumental torpeza de inquilinos precarios de la gobernanza nacional. Virtudes manifiestas de José de San Martín y Matorras: Protector del Perú, estratega, ávido lector, soñador, políglota y ajedrecista notabilísimo que jaqueó al poder español. Argentino, mendocino y amante del vino; europeísta y humanista. El asma y reumatismo no lo derrotaron. Hasta “Tordo”, su caballo, se inmoló heroicamente, muriendo por él, de magnicida bala. En 1850, mientras descansaba, un impertinente subalterno solicita, “de vida o muerte, hablar con el Caballero José de San Martín, no con el General”. Y prosigue así: “Señor San Martín: Tengo grave ludopatía y anoche aposté dinero del regimiento y por ley, debo ser fusilado. No me aterra la muerte, pero ello, acabará con una madre, anciana y solitaria. ¡Présteme el dinero para salvación, y pagándole, jamás volveré a cometer esta fechoría, y dos seres rezarán eternamente por usted!” San Martín, asintiendo el préstamo, increpó: “Que nunca lo sepa el General San Martín: Porque es capaz de fusilarnos a usted y a mí, si se entera”. Pero si hoy, el Libertador estuviese notificado de la metabarbaridad educacional de la bienaventurada ministra Martens, esta, con absoluta seguridad, ya estaría en la gloria eterna compartiendo paraíso junto a Bolívar. Y San Martín, desconcertado, regresaría molesto a su tumba por tamaña insensatez y vergonzosa confusión independentista.
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