Si tu microondas huele a quemado y de repente empieza a largar humo, no lo maldigas: seguramente el problema venga por el exceso de tiempo y potencia al que lo has sometido. La mala fama que este aparato tiene en nuestro imaginario parece injustificada si aplicamos el sentido común.
Sin embargo, el recelo que mostramos en favor de otras formas de calentamiento tradicionales sigue presente. Por eso, en este artículo vamos a tratar de explicarte todas las verdades sobre este electrodoméstico.
El microondas, siempre bajo sospecha
Nació por casualidad. Fue gracias a un ingeniero estadounidense, Percy Spencer, en 1945. Mientras investigaba cómo mejorar el funcionamiento del radar, emergió de su bolsillo un chocolate derretido por el efecto de un magnetrón. Al trabajar rodeado por estos dispositivos que habitualmente se utilizaban en los radares como medidores y que sirven para transformar la energía eléctrica en microondas electromagnéticas, se pudo dar cuenta del hallazgo ante el que estaba.
A raíz de esta anécdota y tras las consiguientes pruebas que certificaban que la exposición a microondas electromagnéticas de baja intensidad calienta los alimentos, se desarrolló el primer horno microondas, que empezó a comercializarse en Estados Unidos en 1947, aunque no sería hasta veinte años después cuando adoptaría el formato actual con el que lo asociamos.
Recién en los '90 empezó a formar parte del equipamiento habitual de las cocinas del mundo. El alto costo de este producto en sus orígenes fue el principal motivo de su tardía importación, pero la mala imagen que ya por entonces se había ganado generaba desconfianza, hasta el punto de que la Organización Mundial de la Salud tuvo que desmentir en numerosas ocasiones que el microondas tenga efectos negativos.
Derribando el mito
En un tema tan delicado siempre se generan opiniones contradictorias. La superstición, la idea de que nos parezca antinatural y numerosos estudios en su contra han rebatido las opiniones de la OMS.
Sin embargo, cuando consultamos a un nutricionista sobre el poder destructor del microondas, seguramente nos responda esbozando una sonrisa. Al margen de teorías científicas, relacionar el microondas con los productos precocinados, la comida rápida y los productos insalubres y baratos de los que no debemos abusar nos ha llevado a desarrollar muchos prejuicios infundados.
La realidad es que el microondas no determina la calidad de la comida. Podemos comer sano utilizando el microondas siempre que los alimentos que en él calentemos lo sean. Según Ramón de Cangas, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética, el microondas no significa una amenaza. “Las radiaciones no ionizantes que emite no son un riesgo para la salud. Además, el microondas no modifica la composición de los alimentos más allá de lo que lo hacen otras técnicas culinarias habituales”.
Las virtudes del microondas sobre otros métodos refieren habitualmente al tiempo de cocinado, al ahorro de energía y a la comodidad que proporciona. Pero, además, el microondas puede ser preferible en cuanto a la protección de los nutrientes, puesto que no se necesita sumergir el alimento en agua.
Si creemos que la temperatura a la que calentamos un alimento puede hacer daño, también nos equivocamos: “Las microondas originadas por este tipo de horno elevan sobre todo la temperatura del agua presente en los alimentos al mover sus moléculas a una elevada velocidad. Por tanto, la temperatura del alimento se eleva al calentarse el agua, y eso no supone modificaciones moleculares o cambios químicos de los alimentos”, explica Ramón de Cangas.
Los problemas de sobrecalentar un alimento
El problema habitual con un instrumento de uso tan extendido para todo es dejar que un alimento se caliente sin control o calentarlo reiteradamente para ir guardándolo y consumiéndolo en varias tandas. ¿Quién no recalentó varias veces una tortilla o unos churrascos que se van perdiendo en el fondo de la heladera y ponemos en la mesa como sobras? ¿O toda esa comida de Navidad que se va acumulando y aguanta tantos días?
Según Ramón de Cangas, el problema de calentar más de la cuenta un alimento durante cierto tiempo o de recalentarlo es que puede favorecer la formación de ciertos compuestos químicos que no son buenos para la salud porque tienen un efecto carcinogénico. “Entre otros, se pueden forman las llamadas aminas aromáticas heterocíclicas”, añade, instándonos a respetar los tiempos de cocción recomendados que evitan que los alimentos se quemen.
Pero aunque la mala costumbre de consumir habitualmente alimentos recalentados sea perjudicial, no tiene consecuencias específicas por hacerlo en el microondas. Es más, puede ser incluso positivo. El microondas es preferible en este aspecto frente al horno, la plancha o la parrilla, puesto que nos permite controlar mejor el alimento.
Utilizar el recipiente adecuado
No debemos olvidar que con el microondas debemos seguir un protocolo de seguridad que ofrezca al producto que queremos calentar la seguridad de no estar en un recipiente inadecuado. Los envases de plástico de ciertos alimentos, bebidas o comida para llevar no son aptos para un microondas y siempre perjudicarán a nuestra comida, sin importar el alimento que lleven dentro. Asimismo, en un envase o recipiente adecuado no hay ningún alimento que no se deba cocinar en el microondas por motivos de salud.
Después de todo lo dicho, el mejor consejo que podemos ofrecer es aprovechar el microondas para crear recetas saludables, nutritivas y sabrosas, y alejarnos del uso inadecuado que en ocasiones le damos calentando comida perjudicial. En esta diferencia se haya el quid de la cuestión.
Fuente: LaVanguardia
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