(LaMula) La precariedad asistencial y el maltrato en nuestros hospitales tienen varios orígenes, que de ningún modo justifican las exclusiones en la atención, ni las barreras administrativas, ni las actitudes de sus trabajadores, pero que sí las pueden explicar.
LA FALLA DE ORIGEN
Nuestro sistema de salud se ha conformado hacia segmentos poblacionales, nunca se asumió desde una lógica universal. Esto es consecuencia de nuestra historia misma. En 1936, con la creación del Seguro del Trabajador, se opta por vincular la atención de salud al trabajo formal; en 1948 en esa misma lógica se crea el seguro del empleado; y en los setentas ambos se integran en el IPSS para luego convertirse en ESSALUD.
En paralelo, en 1935 se crea el Ministerio de Salud, que asume progresivamente la conducción de los hospitales antes dependientes de las beneficencias y órdenes religiosas, a los que suma la construcción de su propia red asistencial, dedicada básicamente a las personas de menores recursos. La creación del SIS en 2002 consagra la limitada protección para pobres a cargo del Estado/MINSA, a la que luego suma a los vulnerables.
En ambos casos los supuestos de origen han sido segmentados en el reconocimiento de la atención de salud. ESSALUD mantiene la lógica de contención fortaleciendo la idea de que “pertenece” sólo a sus asegurados. No es casualidad que uno de los falsos argumentos contra Ana Jara sea que su madre no era asegurada, o que ESSALUD se niegue a atener accidentes de tránsito a pesar del SOAT, o que desconozca la atención del embarazo cuando éste se produjo antes de la afiliación.
El SIS, a pesar del avance logrado, ha regresado a la lógica excluyente desde la pobreza con la aplicación del DL 1346 que obliga a la “reevaluación” de 7 millones de ”vulnerables”, lo que está generando desatenciones injustificables. Es el síndrome de la exclusión producto de políticas insertas en las culturas organizacionales, justificado en la limitación de recursos, que en realidad ha sido barrera y pretexto para mantener la diferencia. La salida es iniciar la entrega universal de atenciones de salud desde un primer nivel potenciado y abierto por condición de ciudadanía.
LA MARAÑA QUE DESATIENDE
Otro factor que determina el maltrato y la exclusión, es que los trabajadores asistenciales o administrativos, se han formado en ese entorno que condiciona su desempeño, y consideran que sus actitudes burocráticas son normales y hasta correctas. Así, ofrecer un pagaré para derivar a alguien que agoniza a la UCI, o negar la atención mandando a una persona con cáncer a que “reevalúen” si es pobre, se ha normalizado. No es extraño oír a médicos decir que un paciente que tiene celular o lleva a su niño “bien vestido” no debe tener derecho al SIS.
Esta diferenciación ha producido marañas administrativas absurdas en cada uno de los aparatos. La exclusión del SIS de personas que tenían un micro crédito o la negativa de atender embarazos adolescentes en ESSALUD porque el “responsable” no está asegurado, superan a Kafka. Podríamos poner decenas de ejemplos de la exclusión normalizada.
Al no haber decido avanzar como sociedad en la igualdad en salud, nuestros sistemas públicos caminan en paralelo, como si atendieran gente de países distintos, como si pudiéramos darnos el lujo de mantener dos aparatos que no se relacionan porque unos son SIS y otros ESSALUD.
IDEOLOGÍA MÉDICA
A ello hay que sumar algo que debemos enfrentar y sincerar, que se puede denominar “Ideología Médica”, que se irradia a la demás profesiones de la salud. Se caracteriza por considerar el conocimiento médico como infalible y superior a los otros, basado en un pensamiento lineal frente al proceso salud enfermedad y en el poder que confiere el ejercicio de la medicina en el sistema de salud y en la sociedad.
Son varias las consecuencias de esa ideología que tienen relación con el trato y la gestión; si bien existe un trabajo en muchos casos mayor a la retribución económica y social que entregamos a los médicos, es cierto también que una suma de factores ha permitido que el gremio en cierto sentido se haya apropiado de espacios como los hospitales y de decisiones que atañen a lo individual y lo colectivo en salud, lo que tiene diversas consecuencias.
Por ejemplo, reconociendo casos en los que es difícil determinar una negligencia, hay otros como la amputación de la pierna equivocada, que no admiten cuestionamientos, pero que a la sombra de la ideología médica y sus recursos, encuentran justificación para deslindar responsabilidades. Asimismo es necesario analizar la responsabilidad del gremio en la mejora o desmejora de las condiciones de la gestión y organización de la salud.
PRIMERO LAS PERSONAS
El maltrato y la negligencia, entendida como falta de cuidado en la actuación de los trabajadores de la salud, existen y son comprobables. La única forma de revertirlos es reconocerlos y afirmar como fin y objetivo del sistema a cada ser humano. Divulgar la radiografía de los pulmones de la madre de Ana Jara para demostrar que igual iba a morir, expresa la cosificación de los pacientes y la desubicación de la respuesta profesional en el debate de la salud.
Como sociedad y Estado todos somos responsables del maltrato, exclusión y desatención; como sistema de salud las responsabilidades son más directas y en los servicios de salud son identificables. Lo que sucede en nuestros hospitales es reflejo del país, pero también debe ser punto de inflexión para revertir la realidad.
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