Un año echado al tacho por defender el proyecto Chinchero. Esta realidad define los primeros doce meses del régimen Kuczynski. Una verdad que, por lo demás, deja en claro la superficialidad de una gestión que llegó a palacio sin tener bien definidas sus metas; que optó por ejecutar cuatro proyectos elaborados por el régimen corrupto que la antecedió; y que asumió temerarias responsabilidades sin importarle lo qué pudiera acarrearle tan insensata osadía.
Vale decir, un presidente que ganó las elecciones sin tener planes propios; sin poner barreras entre la gestión anterior y la suya; y sin exhibir escrúpulos al validar la puesta en marcha de proyectos que –por su larga experiencia- sabía que estaban respaldados por alevosos contratos contrarios al interés nacional. No hay otra forma de leer la historia del primer año de gestión de PPK. Ahora bien, el resultado es una cosa y las causas son otras. ¿Qué ocurrió con un profesional de las cualidades de Pedro Pablo Kuczynski, baqueano en las esferas de la administración pública, fogueado como ministro en más de un gobierno, preparado en las mejores academias y por si fuera poco hombre reputado tanto en finanzas como en economía?
Esta pregunta no puede responderse de otra manera que no sea responsabilizando al equipo de gente que acompaña al mandatario, desde sus pininos como candidato. Durante la campaña electoral, Kuczynski destacó como personalidad con experiencia en el manejo de la cosa pública y sobre todo como político perteneciente a la corriente ideológica de centro, esa que el electorado peruano respalda con abrumadora mayoría. A estas alturas cabe evocar que en junio 2016 PPK disputó la segunda vuelta con Keiko Fujimori, apelando para ganarle al tóxico recurso de enrostrarle un rosario de incordios, inclusive agravios personales. Pero hagamos algo de memoria. En el ballotage de los comicios 2011 PPK respaldó categóricamente a Keiko Fujimori, también practicante del pensamiento centrista. Sin embargo recapitulemos. ¿Acaso aquella Keiko Fujimori de 2011 no era la misma hija del ex presidente Alberto Fujimori; la misma política centrista; y, finalmente, la postulante poseedora de la mismísima personalidad que la candidata Fujimori de 2016? Lo que simplemente ocurrió fue que, considerando el calendario vital, a sus 78 años Kuczynski necesitaba ganar aquella elección apelando a lo que fuere. Y esa urgencia lo impulsó a ofender e inclusive a difamar a Keiko Fujimori, avinagrando con extrema imprudencia sus relaciones con el partido Fuerza Popular, aquel que un mes antes ganó las elecciones parlamentarias acumulando mayoría legislativa casi absoluta. Haber ignorado esa realidad constituye prueba suficiente de la absoluta falta de perspectiva política de PPK. Una torpeza exteriorizada desde que eligiera a la comunidad progre-caviar para que lo acompañe en la campaña, y gobierne cuando él se instale en el poder. Hoy PPK es prisionero de este clan empeñado en que la memoria nacional se atolle en la década del noventa y que, como sentencia el papa Francisco I, “se pasan maldiciendo el pasado para sacar ventaja en el presente y en el futuro”,amamantando el odio anti-fujimorista.
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