¿PUEDE LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE PROVOCAR UN INFARTO DEL CORAZÓN?


(Andina) La contaminación del aire con partículas como el sulfato, amoniaco o carbón también es responsable de la generación de daños en el corazón y enfermedades cerebro vasculares, lo que es motivo de muchos decesos en el mundo.

Esta fue una de las conclusiones de la investigación “Contaminación y daño cardiovascular” presentada por el neurólogo clínico y docente José Luis Ruiz Sandoval en la 48 Conferencia Mundial de Salud Pulmonar de La Unión, realizada en México.


La novedad de su presentación en el congreso internacional, al que acudieron expertos de más de 100 países, fue demostrar que la contaminación atmosférica es un nuevo factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares.

“Revisamos investigaciones sobre contaminación ambiental procedentes de muchas áreas del mundo y vimos que distintos contaminantes en el aire pueden relacionarse con enfermedades de tipo isquémico y hemorrágico. Esto ha llamado la atención porque se trata de algo que puede controlarse y prevenirse”, dijo a la Agencia Andina.

El experto, quien labora en el Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS) de la Universidad de Guadalajara, detalló que en el 2015 se registraron 15 millones de muertes por eventos vasculares cerebrales (EVC) en el mundo, la mayoría de ellas en países con bajos ingresos económicos.

Los EVC son la primera causa de discapacidad en adultos, la segunda razón de demencia, así como la tercera causa de fallecimiento entre adultos mayores de 65 años.

Ruiz Sandoval advirtió que cuando se han registrado picos de contaminación, por distintos elementos -por ejemplo, dióxido de azufre- “más gente muere de un infarto cerebral o una hemorragia intracerebral”.

¿Cómo ocurre?

En un ambiente contaminado existen partículas suspendidas (PM por sus siglas en inglés) que pueden ser sólidas o líquidas. No se ven a simple vista, por lo que suponen un peligro latente para las personas. Sus principales componentes son sulfatos, nitratos, amoniaco, cloruro sódico, carbón, polvo de minerales, entre otros.


“Estas micropartículas se inhalan y, por la vía aérea, pueden llegar hasta el alveolo (dentro de los bronquios). No se quedan en los pelitos de la nariz o en la tráquea. Al alcanzar los bronquios tienen acceso a la sangre y como se trata de partículas muy pequeñas generan reacciones en las células y tejidos”, explicó.

Al entrar en contacto con estas partes del cuerpo, dichos contaminantes generan cambios celulares, inflamación pulmonar y alteración del sistema nervioso.

“Ocurre además una modificación del metabolismo de la glucosa y los lípidos, hipertensión, alteración en la estructura y función cardiaca, y finalmente eventos catastróficos como infarto del miocardio, arritmias, cardiopatías y fallas cardiacas”, refirió.

Menos químicos

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, en el 2012 la contaminación atmosférica en las ciudades y zonas rurales de todo el mundo provocaba tres millones de defunciones prematuras, todas por exposición a pequeñas partículas de 10 micrones de diámetro (PM10) o menor tamaño, responsables de cardiopatías, neumopatías y hasta cáncer.


“Por mucho tiempo se han relacionado los problemas cerebrales y coronarios solo con afecciones vasculares y no nos fijamos en la contaminación y el ambiente. Ahora sabemos que la respuesta puede estar en el aire”, señaló de modo contundente Ruiz Sandoval.  

¿Qué hacer para prevenir?

El neurólogo mexicano sostuvo que para que ocurra un desenlace fatal entran en juego también otros factores, como la edad de las personas, el tiempo de exposición a la contaminación, la temporada del año en que se está expuesto a las PM, qué tan cerca se está de la fuente que contamina, el lugar que se habita, cuántos carros circulan por allí y si se tiene un estilo de vida saludable.

Como recomendación final exhortó a reducir el empleo de agentes químicos en los hogares, así como insecticidas, buscar emplear gasolina de mejor calidad, usar menos veces el auto y optar, en general, por productos de origen orgánico.

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